Por Guillermo Amann,
Portavoz del Foro para la Electrificación, para El País Negocios
El último informe de la agencia de análisis e investigación en materia de energía Bloomberg New Energy Finance (BNEF) acaba de alertar sobre los limitados avances realizados por las grandes economías del mundo en el desarrollo e impulso de políticas de descarbonización durante 2023.
Estados Unidos y el conjunto de la Unión Europea más el Reino Unido, responsables de casi el 20% de las emisiones mundiales, no solo no lograron mejorar el desempeño de sus políticas de cero Carbono, sino que experimentaron una disminución de un 1% de media, es decir se produjo un retroceso.
Las razones para este estancamiento hay que buscarlas en el debilitamiento de las políticas públicas que abordan en los países desarrollados el reto de la descarbonización, o en los retrasos en su aplicación. Básicamente, la relajación afecta a la provisión de incentivos públicos y al desarrollo y mantenimiento de las regulaciones que bien incentivan el uso de soluciones bajas en carbono, o bien desincentivan las tecnologías intensivas en emisiones
Esta preocupante fotografía llegaba el mismo día que el Servicio Climático Copérnico (C3S) de la Unión Europea informaba de que el mes de marzo fue el más caluroso de la historia, y que la temperatura media del planeta es ya la más alta registrada. Y reclamaba urgencia y rapidez en la reducción de las emisiones de gas de efecto invernadero.
En este contexto, el informe confirma que se ha producido un relajamiento en las iniciativas, programas y políticas de descarbonización, y un aumento de la incertidumbre entre los consumidores, las empresas y los inversores con respecto al compromiso con la reducción de emisiones. Se ha perdido sensación de urgencia y se ha debilitado la información, haciéndola insuficiente o tardía, mientras surgen voces que argumentan contra la aceleración por razones económicas, técnicas o políticas, o que simplemente niegan la necesidad del cambio.
La supresión de subvenciones, el bajo ritmo de la electrificación de los consumos energéticos fósiles – como la calefacción y el transporte – y las dificultades para desarrollar instalaciones de energía renovable y sus infraestructuras, por la burocracia o la aplicación de normativas muy restrictivas, están lanzado un mensaje muy preocupante. En 2023 también empezó a sonar en círculos financieros un término que puede denotar esta tendencia, ESG Fatigue (cansancio).
Entre las recomendaciones de las políticas que deberían recobrar su impulso para hacer avanzar la transición energética, los expertos de Bloomberg destacan, a nivel económico, la eliminación gradual de las subvenciones a los combustibles fósiles y la elaboración de planes de fijación obligatoria de precios del carbón.
Desde el punto de vista del sector energético, se llama al desarrollo de normativas sobre el uso del suelo que resulten justas y no sean excesivamente estrictas y limitantes para el desarrollo de las instalaciones renovables y las infraestructuras de la red eléctrica, así como la agilización de los procesos de concesión de permisos para proyectos en lugares que se consideren adecuados. Y vuelve a reclamar la revitalización de los incentivos a la producción, sea vía ayudas y créditos fiscales o medidas para aumentar la demanda de energías limpias y renovables.
Desde el Foro para la electrificación de España, que reúne a actores significativos del mundo energético que creen en la electrificación como vector prioritario para conseguir la descarbonización, volvemos a hacer un llamamiento para que no se rebaje el compromiso común con la electrificación de nuestra economía, y, al contrario, se impulse como prioridad con mayor decisión social, política y económica aún.
Se trata de una transformación compleja, pero urgente y necesaria, que requiere estar a la altura del desafío, tanto por parte de los actores empresariales como por la sociedad civil, que deben sumar esfuerzos para revertir la tendencia climática destructiva a la que nos enfrentamos. Es un momento de oportunidades históricas que bien aprovechadas revertirán en progreso, salud y futuro para todos, y para las generaciones futuras. En el centro de esta responsabilidad compartida y de las políticas energéticas, climáticas y socioeconómicas que sean necesarias, el sector eléctrico es un actor fundamental que ya ha demostrado que, si se quiere, se puede.